Por ahí en el Centro.
Mis pies se dirigían a casa y el suelo hacía rebotar sus sollosos.
La callejuela era larga y desolada. Las murallas no eran tan altas como para tocar el techo de puntos blancos, pero lo suficiente como para tragarse mis gritos.
Quería correr pero ni caminar podía. Solo debía entregar el celular y las tres lucas que me habían sobrado en el bar, o de lo contrario ensuciar el cuchillo con aquel líquido mío que aún necesito.

N.H.E.R

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